El gran espejo



La Realidad, el Total -algunos lo llaman "Dios" o "Nirvana"- es comparable con un espejo: de un modo constante, refleja todo aquello que se acerca y aleja.
Cuando miramos a un espejo, vemos los objetos e imágenes reflejadas que están frente a él, pero no somos conscientes de la naturaleza del espejo. Sólo percibimos los continuos reflejos de nuestros propios actos (acción-consecuencia) e ignoramos esa capacidad de reflejar del gran espejo como función primordial y perfecta.
El espejo no se altera, ni se impregna ni cambia su naturaleza por estar reflejando las cosas y estados perennemente.
Permanece en puridad, desde un punto de vista de lo absoluto.

No hay separación entre la condición relativa y su verdadera naturaleza; el espejo y sus reflejos son, de hecho, una totalidad indivisible.
Relativo a nuestra corporalidad, es como si hubiéramos abandonado el espejo (en realidad somos una unicidad de Él...) y ahora estuviéramos conscientes tan sólo de sus reflejos.
Sin ser conscientes, nuestra naturaleza de claridad y limpidez, siguen siendo uno con el espejo, pero al advertir tan sólo reflejos, éstos nos condicionan a apegos, aversiones, juicios y egoismos.
Los reflejos nos condicionan, es cierto. Empero, tan sólo hasta que tomemos conciencia de esas distracciones relativas y dejemos de atribuir a las cosas una importancia excesiva.
(c.bürk)

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