A El.
Te
quiero, quizás, desde siempre. Te he soñado desde que existo. Nunca he querido
a nadie más que a ti; he tratado de hacerlo, te busqué en otras personas, para
distraerme de ti, para solamente soñarte. Traté de buscarte en cada huella...
Tengo tantas cosas que decirte, tantos
sentimientos que sentir, tanto que me ahogo en ellos mismos sin encontrar un
rescate... ¡Por Dios; cómo te amo!
Tanto, que duele como
jamás comprendí que pudiera doler un dolor. Qué dulce es el sufrimiento al
amar. Tanto, que me callo con el silencio de las estrellas.
Un día, hace muchas
existencias atrás, mis dedos conocieron la puerta de tu pecho, y supieron
alcanzar las nubes que se ocultan tras tu velo de púdica ternura, allá donde
sólo existen tus puros latidos.
Por ello, te conozco
en la luz y a oscuras. En tus escondites todos, te hallo sin pretenderlo así.
No hay culpa. No hay dolor. No hay defecto ni esquinas. Todo es tu alma;
nuestras almas reencontrándose.
Te sueño y eso me basta. Soñé que
serías inalcanzable como la luna. Mi corazón siempre ha sido tuyo.
Durante
toda mi vida –ésta vida- he cometido el estúpido error de buscarme en un
espejo que reflejaba los horrores de mi niñez. Yo, consciente o no, he atraído
a personas que me dañaban debido a lo que me ocurrió.
Ahora
soy libre, comencé a serlo hace ya semanas, pero ahora soy, al fin,
completamente libre, libre en ti, Fernando.
Te protegeré desde la lejanía
cuando más lo necesites, veré tus logros, tus fracasos, tus miedos y tus
alegrías y todo ello lo amo y amaré a través de los años que ahora quedan por
delante. Abrazaré tu cálido cuerpo que tiembla en la más pura tempestad de mis
sueños, en mis sueños solamente allí, te arrullaré con mis
palabras, palabras hechas promesas, promesas de cariño y de amor, amor
inconcluso que, con el dolor de mi alma, puede que no sepamos a dónde nos
conduce...
Te amo con la sensación ferviente de
mi corazón al latir por la vida...al son de la única verdad que hay para mí...y
eso es el sentimiento viviente que hay hacia ti...
Lo eres todo para mí.
Quiero correr hacía ti para
decirte que cuando estás ausente, aún estas en mi; ese gozo extremo sin un
pensamiento impuro que empañe lo que siento. Que en mis íntimos rincones,
te pertenezco toda: límite extraño, entre el corazón que se consume y risueño
fulgor carnal. La sangre en mis adentros, de recuerdos habla, del pozo
ciego de mis venas que acuna tu nombre.
Cuando al fin esté tu lado, no tan solo estaré a tu lado: caminaré lisa por el
tiempo, en ti germinaré; las llagas del pasado explotarán, los espacios
se ampliarán...
Por instantes fosforece el mundo. Por otros, sorda de amor, ciega de esencia,
el aroma de las ausencias es la sangre que me intoxica. Enmohecen mis dudas; el
tiempo devasta mis venas. Me llaman desde la otra orilla: el agua brota,
plagada de respuestas, me tienta. La muerte tiene forma de paloma; el aire se
detiene y la acaricia. Veo blancas sus plumas.
El tiempo edifica labios y muros, y es ya pregunta a mi pregunta. Lo suplantas.
El tiempo eres tú. ¿Qué sería
tu mirada, si no la morada, la puerta, los batientes, el cerrojo abierto a la
claridad del día? Te quiero y mientras te quiero, muero. Vivo….Vivo….
Ruego a Dios
que te encuentre en tus tristezas, en tus confusiones y entre esas soledades
que tanto frecuentas, que te comprenda como yo deseo hacerlo y como yo te hallo
a cada instante, a través de toda distancia y tiempo, sin retenerte.
Los negros y
obscuros ojos del universo me miran apenados, confundiéndome con una estrella
fugaz, cuyo paso tan solo es un parpadeo en la inmensidad del espacio, mientras
una blanca rosa marchita sin remedio, al son de mi propia vida, mientras
estalla en la nada y emprende otro destino, junto al intenso deseo por volver a
verte. Porque tú y yo, no nos veremos por primera vez: será una de tantas
veces.
Tuya sin condición, quién te espera sin espera
Tuya contra los vientos y las
mareas del tiempo,
C.
A Fernando Vázquez, con el valor que dan los sentimientos.
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