Carta a X. (01 de junio de 2011)


Muy soñado X:

Hasta aquí llega mi voz, y es un gusto indecible mantener tu presencia tras las letras (y mis cartas tratan justo de no-decir, creo yo, así, en creencia, en acto de fe…) A las mil y una noches de cuentas no llego: cuando es monólogo, el amor sigue siendo amor, y es correcto así, porque 200 años con sus muchos días y noches te han sido ofrendadas a través de tú silencio y, sobre todo, por intermediación de la ternura en prisma que te intuyo, en contemplación de los márgenes de oficio que tu dignidad ha tenido a bien permitirme admirar. Sírvete pues a recibir mi agradecimiento por aportar la tinta a los días y a las noches de mí vida, desde hace siglos y por ahora en adelante y hasta siempre.
Que la estrella que muestra mí camino lo llene con tu luz.

Es pecado la desdicha, y de los mayores. Por ello no me quejo.

La pantalla en blanco murmura ante mi, murmura en mis venas, en mis sueños. Tú mismo eres mi amor por las letras, mí amor por las cosas. A través de tu existencia siento el goce de escribir palabras, contar mis anhelos y penas entre estas cartas, porque, a veces una puede vivir rodeada de un montón de personas e igualmente sentirse sola, es como si una hablara diferente…
A veces la soledad me rodea y la pantalla en blanco se transforma en tus oídos que escuchan, tus manos extendidas, murmuras ante mí, murmuras en mi sangre, en mi corazón abierto a la espera de una carta que conteste todas las mías.

Mi alma trata de vivir sin tu cuerpo. Mi sangre fluye sin tus venas. En ti conozco lo eterno que es el tiempo. Y el tiempo ya ha muerto con los siglos.
Criatura maldita soy.

Mi amor es fuerte y sin embargo, el más humilde de entre los sentimientos. En mí duras el tiempo exacto, para tornarte inolvidable.
Sobre mis labios aletea infinita tu caricia pura.
¿Hoy? Hoy tengo una cita con la nada; en un lugar sin destino...

Hoy me hallo en un remanso donde doy un paso sobre lo andado, que no es mucho ni poco, pero sí intenso, muy sentido y entregado. Y tú bien sabes, amado mío, lo mucho que he debido dejar en prenda por dichas intensidades… Hoy te añoro más que nunca mientras el miedo a no volverte a tener existente me sigue todos los pasos. Sílaba a sílaba te nombro sin nombrarte, hora tras hora y día tras día, en el trabajo de agotar las palabras, extinguiéndolas al último día de vida.
Cultivo de espejos te muestro, sobre la fértil tierra de mis ensueños. ¿Qué quieres tú que yo sea para ti? Pinta la pregunta al fresco en el viento. Y seguro hay más de un reflejo que ha de responderte a la llamada del descanso en pecho abierto. En mí, resonará tu pregunta y los cristales de azogue abrirán su grieta, como blanca y sencilla flor de nube.

Es difícil, amado X, no pensarte a cada momento, pues bufa mi vibración, oculta en el segundo frágil de tus ausencias, intruso demonio del deseo profundo por hallarte de nuevo, fugado entre el tamiz de mis recuerdos, que de esperanza no son, y menos aún de realismo.
En mis palabras te pongo un signo que nunca termina de expresar la figuración de mi realidad. Me resulta arduo, dada la longevidad de mis antiguos asuntos del alma, ponderar cuáles animaciones de la imaginación es digno de cultivo y cuáles a menester arrancar, cual mala hierba.

Por imaginario entiendo ahora el corpus de sensaciones, emociones, sentimientos y pensamientos, y ese “algo” que tú me das, los cuales van con-formando mi esquema de universo interior. Y es que de pronto, en estos tiempos de observar la entraña de mi psique, me percibo indefensa en el vacío. No es indefensa la palabra que mejor alaba mi nueva circunstancia íntima, no es; se trata más bien de un estado sobre el cual no alcanza la poca luz de mi razonamiento. Y todo es la consecuencia del amor.
Y todo es la consecuencia de tener el alma de otro mundo.

Siempre he buscado las intensidades, no por juicio, es simplemente de esta manera como ha sido, sin mi consentimiento, por condición de naturaleza propia. Y ahora me sorprendo con la idea de inventarme los delirios, en deseo por hallar materia prima para estrujar, disertar, añadir postizos y adornos; pues en "mi anterior vida" ha sido de intensidades que he labrado mis palabras, pero sometida siempre a imágenes externas, cierto es.

Pero en este ejercicio de convocar la vacuidad he vaciado los referentes de casi todos mis ensueños, ya no como algo que se me impone, sino por voluntad: ¡jamás vas a volver!

No es sueño lo que sueño. Noto, entonces, que de modo instintivo, mi alma deshecha sin conmiseración cualquier brote de pretensión; y no es sencillo, querido X, pues si bien desbrozo el mal de la tristeza, también entiendo que nada puedo cosechar en el absurdo empeño por amarte.
Si tú eres brillo pleno, yo a través de las letras llegaré al éxtasis pleno de mí travesura de amor.

Ante tu ausencia guardo silencio, aguanto la respiración casi, guardo incluso el pensamiento, para que desde tu mundo no sospeches de mí fragilidad por amarte: estoy en pecado mortal por adorarte, por lo indecible de mi expresión en lejanía. En bien del amor y por la compañía de su ausencia en mi mirada; ¡ruego en esta fría distancia que a ambos nos separa porque en tu silencio descifras a mis sentimientos! Sueño con que me mires de verdad… Que llegues a mí y a mí mundo, desde el derecho, al revés, del arriba, al abajo, de igual modo que lo haría un sueño encontrado en un espejo. Yo no podré acercarme a ti jamás: debo renegar de ese cielo que  guardas en tus ojos, como un ángel caído… Y en el vértigo de mi caída, perder mí mayor ilusión: deberé mantenerme lejos de ti. Dios así lo quiere. ¡Soy ser desterrado!

Ya te he enviado más de trescientas cartas desde aquí. X, sé que es mucho lo que digo, y sé que quizás no te suene a nada. Pero yo he sentido la llamada de vaciar mi alma frente a tu fortaleza, incluso frente a tu indiferencia, pues de recibirla, no habrá modo de defenderme, ni tampoco querré hacerlo. Sólo sé que debo vaciar aquí el sentimiento que en mí inflamas, que me doblega; la dicha que me llena con solo saber que existes: lejos de mi tiempo, lejos yo en otro mundo.
Querido X, es mucho lo que he guardado en el alma, y sin embargo es tan miserable lo que puedo expresar al respecto. Miserables son mis palabras. Pálidas migas de pan a las que he confiado el resguardo de mi ruta, ¡inocente de mí!… 
Las palabras no siempre son suficientes. Decirte, por último que con cada segundo que se agota sin tenerte cerca, mí tiempo muere por ti y no hay manera de regresar.
El sentido de culpa es tu ausencia, pero sepas que mi amor es incoloro, disuelto tal vez e intangible, pero pesa; es mudo y está agazapado en un rincón en espera de que el tiempo ordene. X mío: vendo un pedazo de mi alma (claro que no toda y sin destinatario) para que tenga su don y poder expresarme como tú lo haces; que mis letras sean transporte y pueda sentir lo que quiero decirte torpemente con mis garabatos; te quiero decir que te estimo aún en ausencia.

Toma, pues estas letras en gratitud por tu respirar, por existir... ¡Lejos, lejos!
La aurora da tu nombre y es siempre reivindicación de la luz en medio de las tiniebla.
Esencia soy, perfumada en terciopelo y gasa de seda, traje de carnaval confeccionado a talla, hilado a ocasión del viento. Ya sabes, no es para ti, es para Nadie mi palabra tibia.

Es que anoche he pre-sentido tu tacto sobre mis dedos. Y no soy yo quien habla, es la voz de Isis en caligrafía por el lienzo de oscura sábana la noche. ¿Lo ves?: soy contradicción: materia imperfecta la grafía que a Nadie signa.

¿Qué quieres tú que yo sea? Así rezan mis pesadillas al dios eterno: Amiga, Poetisa, Hermana: unidad de mí: ¿qué quieres que yo sea, qué quieres y por qué es mi cerebro un eco de la misma inclinación? Sombra soy del Reino de las blancas Dualidades. Ser o no ser. Y basta un parpadeo para ingresar en los dominios de tu reino. No soy. Sólo amo. No soy. Amo. Amo, luego: existo. ¡Te amo!
Quede pues la palabra empeñada y el alma atenta a los murmullos del amor a la distancia, querido X.
Desde Nunca Jamás y en recorrido hasta Siempre, desde la sima del volcán:
C.

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