Venerado X


Venerado X;

Si el amor es la narración de una trama, he de buscar en pie los pre-textos: las sogas con que debo de atar el nudo que otorga el sentido, el porqué, el hacia dónde: el foco narrativo puesto en la sordera justificada de tus ojos. Es la percepción de mi subjetividad quien alumbra el escenario para dar un efecto ahora, una transición aquí, la ilusión destacada a la izquierda y al fondo, junto a la tradicional ventana de lluvia en alborada.

En nombre del verbo justifico la blasfemia de nombrar mi amor. Doy nombre a lo inombrable. ¡Ábrase el cielo al final de la frase!
Tu mirada hermética abre las puertas de mi laberinto. Me llevas a correr tras la fantasía, y en espiral caer por el terrible pozo que conduce al reinado de las maravillas. Es locura la voz del tiempo en mis adentros: sucumbir de amor. Tener visiones. Escuchar a los susurros de las nubes. Imaginar mundos. Hablar por boca de las quimeras. Ignorar hacia dónde me lleva el planteamiento de mi amor imaginado. Sucumbir al grito desesperado de la palabra pendiente, ignorarla, abandonarla.....
Lo que me resulta inverosímil es la vida, por ello intento hacer verosímil la ficción. Carezco de la disciplina necesaria para darle sentido a la palabra; es ella quien me otorga el rumbo. Me resulta imposible nombrar el compás de las cosas, pues es complejidad el instante, tridimensional la red que me sujeta al terrible y bello embrujo de lo onírico. Palabras araña, muerden, lamen la flor de la criatura que soy.
Y no soy la que soy...


La soledad es el cobijo de mis letras. Soy ser de cartografía silente, y no elegí serlo, fue la selección natural: sólo respondo a mi naturaleza, sin posibilidad de huir de ella pues sería huir de mi sombra en el bosque de nunca jamás.
Vengo de los mundos del reino de la metáfora, luz del incidente, artificio para dar vuelta a la realidad y mostrar el revés, que no siempre es trágica la comedia. Siempre es último el aliento inscripto en la llamada. Soy mujer de palabra y de tareas impuestas por los demás. Cumplo en virtud de la cruz que me toca llevar a cuestas, torpe caigo de rodillas antes de llegar a la cima de la ola; desde la altura me arrojo en espuma por borrar la huella de un pasado ,en la arena de mi historia. Arena de fiesta brava en mar embravecido.


Yo no soy yo. A mí no se me ocurriría nunca decir todo esto; yo soy la de las mil apariencias; yo nada más represento, soy un papel donde se inscriben las letras de una tal C.; ojalá fuera yo la que soy entre estas palabras y ser entendida en mi plenitud sin exigencias. Sin embargo es mi nombre mero vuelo de la coincidencia. Empleo la dialéctica de los sentidos, la clave de sol donde resuena el ritmo de mi corazón. Sin dualidad, sin opuestos a cuyo linde referir mis sentimientos, me expongo a ti de esta manera.

A estas cartas les faltará su respuesta. Sin embargo nada sé de esto que escribo, en la vida real, porque nunca antes la había referido mi esencia; soy simple relatora de mi estrecha percepción. Y si esa voz no es la tuya, no importa, pues entonces tal vez sea la llamada de en eco desde el canto de las quimeras.
Quizás resulten absurdas mis palabras, molesta mi incógnita.
Ruego tu indulgencia si tal fuere la impresión; debes tomar por cierta mi palabra en lienzo blanco, como bandera de vericidad. Tú eres quien la dirige, en su ritmo me inscribo, sin advenimientos a los cuales no he sido convocada. Es cosa de comprender naturalezas, la mía consta de un puñado de palabras: es cuanto he podido ofrecer sin faltar al dictado de mi sangre y sin por ello causar ofensa. Ruego a las musas por que mi palabra no te resulte infamia, pues he pasado mil y un vidas para contemplar sentimientos purísimos como los que me conminan a relatarte sin pudor y sin miedo y sin afán.

Quede pues la palabra empeñada y el alma atenta a los murmullos del amor a la distancia, querido X.

Desde Nunca Jamás y en recorrido hasta Siempre.

(P.D. Me he permitido adjuntarte una foto de entonces cuando tuve que dejar de ser quién soy.)
C.

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