Carta a X (14 de marzo 2011)


Mí siempre amado y anhelado X:

Mientras un día cualquiera, el menos sospechado, te hallé,
el tiempo se detuvo a medio instante; todo el tiempo del mundo quedó entonces demorado en tus ojos,
y el amor me llamó y no pude desobedecer…

Tu voz, desde aquél instante, ordenó mis latidos, se alzaron mis emociones al vuelo imperecedero, mandaron tus ojos el mirar de los míos.
Y yo pronuncié la eternidad de la palabra “amor”.En el nirvana de tu mirada desaparezco sin estar perdida, hallo el instante sin fin, el tiempo para soñarte sin medida.
Universo de tus ojos, sucumbo con miles de sentidos, hacía la paz de tu alma, se tuerce la mía.
En ti el sabor a vida y a sueños, todo cuanto anhelo. Hueles a ternura y a paraíso, a sosiego y a amor…
Mis palabras se estremecen al contacto de tu semblante. Mis letras se inclinan hasta rimar con tu existencia, tallando al amor como a una gema preciosa.
Sin remedio alguno te amé desde siempre…Sin tiempo, desde el otro mundo, el espacio reducido a la nada, tiempo y espacio pierden su poder en mi corazón, cuando cerca te tengo, o sencillamente te pieso, o cerca te imagino.

¿Mi vida? Se resume en dos partes: la una, la que hago ver a los demás, adoptando aquellos papeles que de mí exigen, cumpliendo con mi deber, siendo quien esperan que sea. La otra: quien realmente soy, quien ama sin condición a las personas, quién no teme el desprecio ni el castigo por querer a las personas y hacérselo saber.
Quien da su vida por los otros. La que te encontró a ti, para adorarte desde todos las distancias posibles y sentirse querida de esta manera, a través de su propio amor, proyectado al mundo,...
Y tal es el alboroto en mi alma, que mis letras cambian su estructura y se vuelven por ti poesia:

Entonces mi "Yo", te escribe; aparece acertadamente entre mis palabras extendidas, pero en terrible reducción de lo que realmente ansío hacerte llegar; difuso y limitado, en deflación, en minúscula, en lo que sobrevive a partir del choque con tu inquisidora alma.

Y confieso que te gritaría: ¡Mira el mundo con mis ojos que te saben ver, porque tú no sabes quién eres! ¡Mira el mundo en la infinita belleza que a mí me llega, mirándote, porque te amo! ¡Mírame a mí, cómo te busco entre las florecillas del campo; entre las espesuras de las zarzas, en el azul diáfano del aire, entre nacientes estrellas afiladas! ¡Y mírame también cómo me conforma el entresijo de mi quimera!
Pero también te vocifero: ¡Elige tu propia experiencia, sino de poesía, de magia y de mito, de vida intrínseca! ¡Sé libre a partir de mí!
Alguien dijo una vez que no existe el amor, sino las pruebas de amor, y la prueba de amor a aquel que amamos es dejarlo vivir libremente.
Te amo tanto, que renuncio a que me tengas en cuenta.
Mi amor por ti no es una simple tormenta emotiva, sino un proceso extraordinario y articulado, que nace desde la profundidad de mi alma.
Entre tú yo, media la distancia de las innumeras lenguas, de las incoherencias, de las imposibilidades y de las esperanzas nublas y foscas. Donde el sembrado de éstas, mis esperanzas, se ha esparcido, y sólo aclaró mi turbio horizonte, mi última visión hacía tu semblante.
Cada vez que he podido verte….:
¡Qué silencio tan exquisito! ¡Qué suave el destino! ¡Qué liviana y azulada inmensidad envuelven a mi mundo con tu cercanía reciente en mis ojos! ¡Estoy loca de contenta tan sólo con saber que volveré a verte, aunque nunca sé cuando será! Y de amor enloquecida turbamulta y hervorosa, te vuelvo a jurar amor eterno. Con el alma de rodillas y el corazón hacia ti en alza te diré y escribiré sempiternamente lo que no puede pronunciarte mi lengua: que hasta que deba comerme la tierra yo te amaré. Hasta ese día que yo muera, te reverenciaré.
Mi vida ahora es una flor, cuya miel eres tú…
Es tu mera existencia, el galardón y premio que a mí se me concede sin haberlo merecido.

Hasta dónde me lleven los sueños,
Tuya.

Con total sinceridad, con todo el amor que siento por ti

C.

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