El viejo decrépito

El viejo decrépito

Hoy he venido, como siempre hago, a sentarme en mi banco para echarles un puñado de migas por merienda a las palomas.
“No sé qué harán de nosotros los socialistas, don José” oigo a mi derecha. Es don Sebastián, un empresario que siempre va con prisas. Me habla fugazmente, al paso, con la misma velocidad que tiene el tiempo al pasar.
“Hasta luego, don José, y a cuidarse”, me lanza lo de siempre, como pan arrojado a las palomas, y me deja con el frío de la tarde para depositarlo en mi alma.
Pocos son ya los quehaceres de un pobre viejo, que sobrevive –sin comprender las razones- a la vida que ya no le necesita.
Al cuello llevo atados los días vueltos recuerdos, temiendo que me ahoguen. Porque ya tampoco recuerdo a los recuerdos y olvido las preguntas. La vida desfila ante mí como un ejército gris y los años laten en mis sienes a base de tirones de oreja al cumplirlos.
“Espere, señorita, lo sé…Lo sé…Lo tengo en la punta de la lengua”
De mi cornucopia bucal sale la duda hecha balbuceo. ¿Cómo pude haber olvidado también eso?
Salen ayeres, una bici oxidada, un juguete roto, cuentos de guerra, zapatos nuevos como los de antaño. Cierro y abro la boca.
“Lo tengo en la punta de la lengua… ¡Espere por favor!”
“¿De qué color es tu chaqueta verde, abuelo?”
Se mofa la pelirroja.
“¿Es que tampoco puede acordarse de eso?”
Entonces yo ya me callo y la veo alejarse en la inmensidad de la tarde, sacudiendo la cabeza. Inmensidad de la nada, viene a quedarse a mi lado. También tiene rojos los cabellos. El sol se pone, sobre mi crisma.
De una parte a ésta, se me nublaron los ojos y ya no veo las letras en mi libro favorito de hace cincuenta años y que tanto me gustaba releer. Ahora se ha teñido de mugre y de motas que danzan a lo ancho de sus hojas. Amarillo-grisáceo, inconfundible color de mi semblante.
Tampoco puedo evitar calcar páginas ya escritas. Un recuerdo que vuelve como un sabio alimento. ¡El más recordado siempre quiere esconderse al fondo de tus ojos, querido y odiado tiempo! Almas incoloras, carentes de destino, vienen junto a la mía para convivir entre fábulas inventadas que rompen el misterio de la memoria y de la realidad que ya me es ajena.
Otra joven se acerca a mi banco. Le sonrío con las comisuras de mi boca llegándome a las orejas.
“Hay que intentarlo”, pienso.
“Oiga, ¿le importaría quedarse un rato junto a mí para escuchar mi historia?”
Levanto la vista, la miro a los ojos. Directamente. Como si mi vejez me hubiera dado una tregua o un respiro. Tal vez consiga disimularla.
“Me encantaría, pero ahora no tengo tiempo. Otro día, tal vez”
Me sonríe compasiva. Quiero decirle que a mí el tiempo me sobra. Y que me atrevo a repartirlo con ella, si de tan poco de él dispone la pobre muchacha. Cállate las bromas, viejo tonto. Y callado me quedo. Todas me dicen lo mismo, nunca tienen tiempo, mostrándome sus manos vacías, repletas de burla. En el aire algo se consume, como una sospecha o una caricia denegada.
“No tengo tiempo, no tengo tiempo”
Repite un cuervo en lo alto de un árbol. Busco con la mirada la última flor del otoño. Y mi rostro de viejo la mira como si entendiera su misterio.
Asombrosamente o no, de una parte a ésta soy aún más viejo. Y cuando incrédulo me palpo las arrugas ante el espejo, siento como la rabia se enrosca en mis nudillos…
¡Ya van cinco espejos nuevos y no escarmiento!
Me hostiga la boba violencia del paso del tiempo, mientras mi mano tiembla para acercar un vaso. Un trago de agua y seis pastillas de colores. Pastillas para olvidar y pastillas para recordar.
Voy y vuelvo de dar de merendar a las palomas. Al volver, camino con cuidado. Cada día son menos, las hormigas que piso. Un poco me siento feliz por ellas. El bastón de ébano deforme me guía de vuelta si olvido de dónde he venido. Si olvido mi nombre, si el tiempo se queda más solo que yo. Una cuerda de dos extremos y nadie tirando. Dos manos que se sueltan…Hay grandes cambios cuando la muerte debe pero no quiere llegar: entonces la parca se fracciona en trozos del morir, en un pudrirse en vida, en las mil veleidades de un destino, en ausencia de olvido o de recuerdo.
Y el nombre se te entierra en las canas y en el pellejo.
Y es en completo silencio dónde a traición te nacen los surcos en el rostro y te desertan las ganas de vivir. Un títere ceniciento me sonríe como un payaso desde un nuevo espejo.
La vejez es un veneno lento que se come las tripas.
Soy un pez que ya apesta y espera al gato que no llega. Un Dorian Grey sin un diablo que lo tiente a pactar.
¡Pero es ahora que más a mí me parezco!
Arrugas, surcos y pellejo forman la máscara veneciana ante una vida que fue carnaval del tiempo. Así, un poco, soy también feliz, dispuesto a olvidar recuerdos y con ellos la lista de promesas a recordar, el recuerdo al recordar un recuerdo o tal vez de olvidar el mero olvido.
Poco tiempo pasará, sin que lleve mi corazón de merienda a las palomas para dejarlo picotear.
“¿En qué piensas viejo decrépito?”
“¿Quién eres ya, viejo sordo?”
Me habla la vida y no la oigo.
“Ya, ya…”
Le digo de todas formas. Me sé a mí mismo. Me sé, porque nací viejo en la sociedad del espejo, de la falta del tiempo y del gusano vago en las manzanas. Me sé. Me sé.
No hay mayor defensa, que las manos vacías, las armas rotas y un poco de televisión para morir.
“Una mujer con mamoplastia, con rinoplastia y algo de botox”
“Copuladores ante un foco y los medios corren a correr con los gastos”
“Muertes a doquier en las noticias de las diez”
Trazan senderos de sangre para llevarme ante Dios.
Mutismo roto de voces.
Un
“Niño, no molestes al anciano”
Otra palmadita en la espalda. Vence el que se vence.
In memoriam a don José, vecino.
Sub umbra floreo: C.Bürk

Comentarios

  1. precioso Claudia, lo comparto en facebook para que lo disfruten como yo. un beso

    ResponderEliminar
  2. Bello y realista retrato de la vejez. Nadie como tú, para sensibilizarte con los sentimientos del ser humano, sea cual sea su edad.

    Le has hecho un bello homenaje a esa persona. Yo tb lo comparto en Fb.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Como una cascara seca y que sea el viento quien se encargue de esparcir la noticia.

    ResponderEliminar
  4. Gracias Claudia, me has hecho viajar hasta los últimos días de mis antepasados y creo que hasta los míos propios (si es que llego).

    ResponderEliminar
  5. soy el viejo decrepito:
    no tengo tiempo, y el poco que me queda lo guardo
    para algo: no me digas para que ,puesto que mi demencia y mis manos agarrotadas se sujetan mi baston , pero en un suspiro puedo decir que ese soy yo , y todos los demas.
    el tiempo me recordara yo por desgracia, casi no me acuerdo
    gracias

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares