El arte de respirarte

 

El arte de respirarte


Me despierto a tu lado, y como si sintieses la presión de mi mirada, ¡abres tus ojos!, -ojos livianos, interrogantes- que me rodean siguiendo sendas invisibles que conducen al centro de mi ser, ojos centellantes – las reliquias del amor que me consume- que se entrelazan con mis ilusiones y hacen avanzar al reloj de mi esperanza con engranajes muy concisos.

Levanto mi mirada, (la tuya ha desaparecido en un nuevo sueño). Respiras forzado, duermes, sueñas a saber con qué. En lugar de tu mirada, tropiezo con tu aroma: el olor de tu piel entra como un tornado por mi nariz, destinada estoy a olfatearte como si me convirtiera en un perro sorprendido.
Tu aroma me abraza, convierte la brisa en olorosa; cadencia penetrante con la que invitas a mi piel a que se suma al concierto fragante que en ti reposa, a cuanto destilas y consumes. Porque sé leer con mi olfato, tus libros vírgenes todos; un poema embalsamado de aceite impreso en tu alma.

No solo te huelo, te aspiro con el corazón, con los cinco sentidos, te saboreo con la boca cerrada; me sorprendo-ah, más y más- hay belleza en cuanto aspiro, mucha belleza: tu aroma es un cuadro de Renoir, -evocado para mí espíritu- impresionista impresionando mis sentidos que se tornan delirantes, suplicantes-, descubriéndome un alborotado paisaje marítimo. El olor a brea descendiendo sobre pequeñas embarcaciones. Me topo con un halo de sal soplado desde tu aliento, ¡el mar adormilado entre tus poros! Sobre tu boca, reposa ahora el frescor de una rama de olivo recién cortada que mantiene aún la humedad del rocío de la mañana. Tu piel es toda exclamación, que me llama a gritos humeando brisas frescas y nieblas de canela. Una algarabía de aromas choca y no sé si son los pliegues de tu carne, si tus labios, los sudores que perlan tu dormida frente, los que me arrojan la esperanza de un paraíso eterno a los brazos.

No sé si volverme o no, loca entre los aromas de una ostra perlando tu respiración, de oleajes alborotados, de mares salobres, entre los que flotan hojas de laurel y sándalo. Pero ¿cómo me haces esto? Sé que dormido, careces de la voluntad de embriagarme y sin embargo me achispas como un brujo obstinado, hasta que logras que todos mis sentidos se enmascaren de espectros expectantes, ansiosos por hundirse en tu ser sin satisfacerme con las brevedades que me brindan tus instantes.
¿Otra carga de fragancias?..Es ahora la humedad de tu aliento que se poetiza: me embriaga y embriagaría a cualquiera, pues festín de mis emociones, danza loca de aires expirados, borrachera de elementos que sueño aspirar, se instala retenido en mis pulmones, cebando cada rincón de mi percepción, ¡dulce locura! ¡No me saturo de tus velámenes, de tus flores escondidas, de embriagarme de tu cosmos!
De pronto pestañeas; y como si del aleteo de una mariposa se tratase, tus párpados me traen el perfume del sosiego, con la danza púrpura de lo etéreo, para distinguirte sin presagios, mientras que tú entre las sombras vas dando forma a un sentimiento, y al final lo descubres: despiertas, me sonríes, y no sabes- no lo sabes (todo depende de tu respuesta)- cómo he estado capturándote, con el espíritu y con los sentidos, que convergen donde terminan las fragancias con el hálito que respira mi nariz enamorada.

Sub umbra floreo: C.Bürk

Comentarios

  1. Si hay algo mejor que una mujer embriagada, es su nariz enamorada.

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  2. Te superas continuamente, cada vez me cuesta mas encontrar palabras para comentar tu poesía. Me ha gustado mucho.

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